viernes, 5 de junio de 2015

El Ballet y sus Métodos. Parte 3. La Escuela Francesa.

Francia es uno de los paises mas importantes para el ballet. Famoso por el Ballet de la Ópera de París, la Escuela de Ballet de la Ópera de París y ni mas ni menos que por haber sido el lugar donde se instituyó el ballet, quedando como constancia el idioma francés en sus pasos.

Leer también El Ballet y sus Métodos Parte 1. Introducción.
Leer también El Ballet y sus métodos. Parte 2. La Escuela Inglesa.

En realidad, fue en Italia donde nació el ballet, pero los franceses lo perfeccionaron y crearon el primer método de enseñanza.

El ballet francés comenzó en las ceremonias de la corte de los monarcas. Luis XIV, también conocido como El Rey Sol, estudió ballet con el maestro Pierre Beauchamps (creador de las cinco posiciones básicas del ballet que todavía se mantienen) y creó la primera academia de baile, conocida como la Académie Royale de Musique et de Danse, en París en 1661 (primer decreto oficial de su reinado).

La creación de la Académie Royale de Musique et de Danse tuvo como fin determinar reglas e impedir que alguno de los 400 maestros de danza con que contaba París, maltratasen el arte. Luis XIV quiso que la técnica se fundara sobre la teoría.


Todo ese análisis se implementó a partir de 1661, pero fue en 1713 cuando el Rey formalizó la existencia de la escuela francesa como tal. En el mismo año erigió también por decreto que el cuerpo de baile de la Ópera debía estar compuesto por 12 bailarines y 10 bailarinas.

Con la dirección de Beauchamp y de su sucesor Pécour, innumerables talentos llegaron a conquistar al público. Los más populares fueron, Michel Blondy (alumno y sobrino de Beauchamp) y Claude Ballon, renombrado por “un gusto infinito e increíble ligereza” (cualidad que se recuerda en la actualidad, cuando se dice que un bailarín que rebota bien, tiene balón).

Beauchamps, verdadero artífice del ballet de la Ópera, como coreógrafo y también como maestro, logró progresos significativos en el cuerpo de baile, que siguió siendo predominantemente masculino hasta que, en 1681, aparecieron en la escena las primeras bailarinas profesionales surgidas de la escuela de danza, lo que constituyó todo un acontecimiento histórico.


Una anécdota curiosa; en 1670, Luis XIV tenía 32 años; hacía 20 que bailaba profesionalmente. El 7 de febrero de ese año, estrenó la comedia-ballet Les amants magnifiques de Molière con música de Jean Baptiste Lully. Esa noche, le falló un paso (se dice que un entrechat six). En la segunda función de esa noche, el Rey ya no apareció. A cualquier bailarín le sale mal un paso, pero el rey tomó la decisión drástica de no danzar  nunca más. En esa debilidad que mostró, se encuentra sin duda el origen de una ley suya de 1698: su consciencia profesional hizo que dictara que las bailarinas de la Ópera estuviesen obligadas a retirarse a los 41 años, y los bailarines a los 45 años. Ni siquiera la Revolución francesa pudo abolir esta ley. Todavía hoy se mantiene, con una ligera variación: la jubilación para todos es a los 42 años.


La Academia Francesa de Ballet formó parte del absolutismo, promoviendo un status quo del poder y una creatividad conservadora. Se creó como un modo de otorgarle jerarquía a la corte de Versailles, para envidia de otros reinos; y aunque comunmente se suele destacar a esta época como una etapa de gran apogeo creativo, lo cierto es que el creador tenía tantas limitaciones por parte del poder que sólo podía ser un "súbdito repetidor". Luis XIV pretendía que ningún artista se sometiese a sí mismo sino a la voluntad del Rey, sólo para él creaba y de acuerdo a sus gustos y condiciones.


Además de los ilustres bailarines y maestros que desde el surgimiento de la Escuela en el siglo XVII registra la historia, el enorme aporte de Jean-Georges Noverre al desarrollo posterior del ballet y su concepción dramatúrgica, continuado por discípulos como Jean Dauberval, Charles Didelot y otros, han contribuido a dotar al repertorio del ballet clásico de joyas imperecederas. La fille mal gardée (Jean Dauberval, 1789), Giselle y Esmeralda (Jules Perrot, 1841 y 1844), Coppelia (Arthur Saint-Leon, 1870), Paquita y El Corsario (Joseph Mazillier, 1846 y 1856), Sylvia (Louis Mérante, 1876) forman parte en la actualidad de las temporadas de ballet de muchas compañías mundiales, en versiones realizadas posteriormente.


La Escuela Francesa de Ballet, también ha recibido una influencia técnica y coreográfica muy importante de Rudolf Nureyev. En 1983, fue director del Ballet de la Ópera de París. A pesar de que sólo dirigió la compañía durante seis años, tuvo una alta influencia en la formación de ballet clásico en Francia.

Su método era muy disciplinado y definido. Se esperaba que los bailarines tuvieran un potente trabajo de puntas, grandes extensiones y movimientos claros y precisos. Este método de instrucción no permite bailarines perezosos. Un estilo muy peculiar, basado en todos aspectos en los que Nureyev mismo sobresalió: gran velocidad y giro. Muchos pasos ejecutados a una velocidad tan impresionante, que crean la ilusión de ser todos un solo paso. La rapidez de los pasos dan los bailarines la ilusión de deslizarse suavemente y sin esfuerzo por el suelo. Debido a los aspectos románticos del estilo, la música se reproduce más lentamente que otros estilos de ballet.

Elisabeth Platel es directora de la Escuela de Ballet de la Opera de París desde septiembre del 2004. La Escuela cuenta con 135 alumnos. Para ser admitido, hay que tener entre 8 y 11 años, y hasta 13 en el caso de los varones. Hay que ser de nacionalidad francesa o ciudadano de la Unión Europea. Los alumnos extranjeros pueden ser admitidos en razón de las plazas disponibles. Cabe señalar que la bailarina Luisa Díaz ha sido la única mexicana admitida en la Escuela de Ballet de la Opera de París. Cada año, entre 250 y 300 aspirantes se presentan a las audiciones para ingresar al stage. La mayoría son niñas, pero en 2001, tras el éxito del filme “Billy Elliot”, 50 varones se postularon como aspirantes.


En la actualidad, la Escuela tiene su sede en Nanterre, en las afueras de París, sin embargo, hasta 1987 se hallaba en la Ópera Garnier, ya no en el soberbio edificio Segundo Imperio que ostenta relación física con los tiempos del Rey Sol. Pero es el gesto del padre del ballet el que continúa presente, en obra y espíritu, más allá de la piedra cambiante y perecedera.


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